Algoncas | marzo 06, 2024

Cuento: La Cenicienta de Charles Perrault (Adaptación)

(Adaptación a lenguaje actual para niños de primer ciclo)

Había una vez un buen hombre que se casó por segunda vez con una mujer; tenía una hija (Cenicienta), de una dulzura y bondad sin igual.

Al terminar la boda, la ahora madrastra de Cenicienta dio rienda suelta a su mal carácter contra su hijastra que al ser tan simple y buena hacía parecer todavía más malas a sus hijas.

La obligó pasar el trapo a todos  los pisos, a lavar los platos y a limpiar todos los cuartos.

Cenicienta dormía en un cuartucho de la casa y aguantaba el maltrato con paciencia. No se atrevía a quejarse a su padre, de miedo que se enojara pues esa mujer lo dominaba por completo. Sin embargo, Cenicienta con sus míseras ropas, no dejaba de ser más linda que sus hermanas que andaban muy bien vestidas.

Un día sucedió que el hijo del rey dio un baile al que invitó a todas las personas.

Las hermanas llamaron a Cenicienta para pedirle su opinión, pero en verdad querían burlarse de ella. Cenicienta las aconsejó lo mejor posible, y se ofreció incluso para peinarlas.

Ellas le decían: — Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile?

—Ay, chicas, no se burlen, eso no es para mí.

Tan contentas estaban las hermanastras de Cenicienta que pasaron cerca de dos días sin comer. -Aunque la repentina dieta no les funciono ya que más de doce vestidos rompieron a fuerza de apretarlos para que el talle las hiciera verse más delgadas-.

Finalmente, llegó el día del baile y la maliciosa madre junto a sus dos hijas partieron.

Cenicienta se quedó sola y cuando las perdió de vista se puso a llorar.

Su madrina, que era un hada, le dijo:

—¿Te gustaría ir al baile, no es cierto? —¡Ay, sí!, dijo Cenicienta suspirando.

La llevó a su cuarto, le hizo una lista de cosas para que le trajera y le dijo: —Ve al jardín y tráemelas, rápido.

Al traer todas las cosas Cenicienta el hada le dijo:

—Bueno, aquí tienes para ir al baile.

—Es cierto, pero ¿podré ir así, con estos vestidos tan feos? Su madrina no hizo más que tocarla con su varita, y al momento sus ropas se cambiaron en magníficos vestidos; luego le dio un par de zapatillas de cristal, las más preciosas del mundo.

Cenicienta subió al carruaje; pero su madrina le recomendó sobre todo que regresara antes de la medianoche, advirtiéndole que, si se quedaba en el baile un minuto más, su carroza volvería a convertirse en zapallo, sus caballos en ratas, sus lacayos en lagartos, y que sus viejos vestidos se verían.

Ella prometió a su madrina que saldría del baile antes de la medianoche y partió, loca de felicidad.

El hijo del rey, a quien le avisaron que acababa de llegar una gran princesa que nadie conocía, corrió a recibirla; ¡Ah, qué hermosa es!

Se la pasaron bailando y charlando, cuando Cenicienta oyó dar las doce menos cuarto; se disculpó a los demás asistentes a la fiesta y se fue a toda prisa.

Apenas hubo llegado, fue a buscar a su madrina y después de darle las gracias, le dijo que desearía ir al baile al día siguiente porque el príncipe se lo había pedido.

Al día siguiente, las dos hermanas fueron al baile, y Cenicienta también, pero aún más ricamente ataviada que la primera vez. El hijo del rey estuvo siempre a su lado charlando  lo que hizo que Cenicienta se olvidara de la recomendación de su madrina; de modo que oyó tocar la primera campanada de medianoche cuando ella creía que no eran ni las once.

Se levantó y salió corriendo, ligera como una gacela. El príncipe la siguió, pero no pudo alcanzarla; ella había dejado caer una de sus zapatillas de cristal que el príncipe recogió.

A los pocos días el hijo del rey hizo proclamar al son de trompetas que se casaría con la persona cuyo pie se ajustara a la zapatilla.

Al llegar a su casa la guardia real para probar el pequeño zapato a las hermanastras Cenicienta, que las estaba mirando, y que reconoció su zapatilla, dijo riendo: —¿Puedo probar si a mí me calza?

Sus hermanas se pusieron a reír y a burlarse de ella.

El gentilhombre que probaba la zapatilla, habiendo mirado atentamente a Cenicienta y encontrándola muy linda, dijo que era lo justo, y que él tenía orden de probarla a todas las jóvenes. Hizo sentarse a Cenicienta y acercando la zapatilla a su piececito, vio que encajaba sin esfuerzo y que era hecha a su medida.

Fue conducida ante el joven príncipe, vestida como estaba. Él al verla la encontró más bella que nunca, y pocos días después se casaron. Colorín colorado este cuento se ha acabado.

 

MORALEJA: En la mujer rico tesoro es la belleza, el placer de admirarla no se acaba jamás; pero la bondad, la gentileza la superan y valen mucho más. Sin duda es de gran conveniencia nacer con mucha inteligencia, coraje, liderazgo y buen sentido entre otros talentos parecidos.

 FIN


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2 comments

  1. Muy buena idea gordito. Ya te voy a enviar una clase para que la publiques usando este cuento.

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Gracias por comentar. Es un gran aporte.